domingo, 29 de noviembre de 2015

La neurosis de explicar

  No es tan difícil librarse de la compulsión de explicar todo,
de entender siempre.

Basta con aceptar la importancia de la ignorancia
la sencillez de lo acontecido
la brevedad de lo vivible
la fragilidad de lo adquirido
 

El orín y el moho hacen su tarea
el aluminio y el plomo la suya
así casi nada permanece
más de lo que merece
así casi nunca lo sabido
es digno de ser compartido


Dejando de ser exhaustivo
de cegarse buscando provecho
de almacenar lo anhelado
de acumular lo ansiado

Soltando la miseria y sus miedos
respetando al pozo inagotable
disponible y generoso
el río eterno de aguas trémolas

El aire mismo necesita llenar todo
hasta tus pulmones ensanchar.
Tú sólo exhala
para hacer sitio
para renovar

Así la vida no da certezas
no garantiza seguridad
ni caminos ni grandezas
ni un lugar al que llegar.

No hay tiempo escaso
ni prisa por partir
no hay causas y efectos
sólo apegos de entender.

Como naúfrago en el mar
sólo flotas si te sueltas
si te aferras
al fondo irás.

JS

viernes, 13 de marzo de 2015

Repensar el sexo y la sexualidad


El 14 de marzo de 2015 Saturno se pone retrógrado por primera vez desde que entró, en diciembre pasado, en Sagitario. Esto quiere decir que su movimiento aparente será el contrario al habitual hasta el mes de agosto.

Como "coniector", lector e intérprete de lo que acontece en el cosmos, se me pide que aporte mi "consideración" sobre este fenómeno. Lo que puedo decir de modo conciso es que comienza el que será un tiempo propicio para repensar la sexualidad.

Y la primera cuestión a plantearse es saber que es eso de la sexualidad... para cada uno, para su entorno cercano y para el colectivo al que pertenece.

Sugiero abrir la mente, abrir el pecho y escuchar al cuerpo.

El sexo así tal cual, vamos, la genitalidad del sexo, se corresponde con el arquetipo escorpiónico. Y en escorpio reflexionamos acerca de la vida, de su mecanismo de transmisión y también de su detención. Es decir de la muerte de lo individual y su transferencia mediante la replicación cromosómica. La reproducción, la transmisión de legados, tanto del "haber" como del "debe". Heredamos genes y karmas, bienes y deudas. Conocimientos y secretos que conforman las vidas particulares y se engranan en un rosario de linajes que se cruzan desde hace unos millones de años hasta la actualidad...

En sagitario, corporalmente asociado a caderas y muslos, ya no estamos en presencia del sexo genital aislado o concentrado, sino en el modo en el que este moviliza al cuerpo, al simio o más gráficamente al centauro que encarna el símbolo sagitariano por escelencia: un arquero híbrido con cabeza, brazos y tronco de hombre (o mujer) y resto de equino. Un ser fabuloso cazador de uros (etimología de centauro) cuya parte humana no tiene genitales y cuya parte animal no tiene cabeza...

Así lo sagitariano es una modalidad de lo jupiterino, del afamado Zeus, un cazador compulsivo deseoso de esparcer su simiente sin cabeza ni reparos. Las hazañas sexuales de Zeus y sus adaptaciones literarias y artísticas pueblan el imaginario colectivo. Y es que la sexualidad humana es básicamente imaginaria. Por ello es sexualidad y no pura genitalidad. Aunque la genitalidad es la primera víctima de ese imaginario al haber sido relegada a la sombra, a la parte trasera, no visible y alejada de la luz de la conciencia. Así vivimos la dualidad del hombre/mono del simio evolucionado que, no disocua la reproducción del celo, que oculta sus genitales a la vista pero se ve sometido por todo lo que oculta convertido en fuerza ciega para convertirse en destino. Veáse Edipo encamado con su madre por ignorancia y pasión.

Sagitario niega el sexo y es esclavo del sexo. Este fenómeno de como los contenidos arrojados a la sombra se convierten en destino está maravillosamente explicado por Jung. No en vano tenía en su Mapa de Nacimiento a Marte en Sagitario, equilibrando a Júpiter y Saturno y fluidamente conectado conectado con Urano. A él también le costó sinsabores integrar la pasión del centauro explorador de lo desconocido con el apasionado explorador de los encantos inevitables.

Y es que la sexualidad tiene un componente dinámico esencial en tanto representa un principio universal de la interacción de polaridades, pero que en la experiencia humana fue sacrificado como necesaria domesticación en aras de la construcción de las civilizaciones.

Una de las claves para transformar a las hordas simiescas en una organización social fue la manipulación de la sexualidad. Bueno, lo sigue siendo, sólo que tras tantos milenios apenas nos damos cuenta de los grilletes con los que está encadenado nuestro sexo, escondido tras un velo, un pantalón, un tanga o una hoja de parra.

Lo primero que se hizo, tal como cuenta a su modo el mito bíblico, fue tapar la desnudez, la piel y de modo especial lo que técnicamente se llaman caracteres sexuales primarios y secundarios. Tamaño y aspecto de los genitales y mamas. Así los mamíferos civilizados deben de expresarse a través de otros medios su realidad sexual.

¿Y cómo se podría haber hecho esto sin la intervención de un poder externo? ¿Qué animal por propia iniciativa ocultaría lo que precisa para realizar su tarea reproductiva? ¿Sólo cuestiones climáticas?


Lo que cuenta el mito es que sacando provecho (comiendo el fruto) del conocimiento del bien y del mal (moral) en su pretensión de rebasar la dieta impuesta por el proveedor del jardín de oriente y azuzados por una sibilina propuesta de endiosamiento, la primera cosa descubierta fue la desnudez, o sea la dualidad verdad/mentira. Así desde la sutil ocultación hasta la expulsión, el resto ha sido un corolario de lo que supone introducir en la ecuación del simio feliz la posibilidad de escindir la autenticidad de lo percibido y lo reaccionado, generando un espacio/tiempo para la distorsión, es decir la libertad de engañar y mentir. Fingir es por tanto un simbolismo básico en sagitario. Y aunque adalid de la verdad y la bondad, no alcanza la madurez hasta asumir los cientos de mentiras en los que se desarrolla su vida cotidiana. De ahí que las grandes profesiones sagitarianas sean maestro, médico, sacerdote, conquistador, misionero, legislador y periodista.  Por una coherencia lógica. Una vez perdido el paraíso y arrojado a la necesidad de fingir, crear un mundo virtual en el que todos mentimos y olvidamos nuestras miserias nos conduce a generar ideales sustitutorios de la autenticidad. Así nació la realidad.

En la mitología mágica, Marduk, otro trasunto de Zeus y Júpiter, vence en la batalla contra los dioses antiguos e instaura la civilización. En cada cultura el mito varía en lo accesorio pero confirma lo medular: Un forastero aparece y proporciona todos los elementos para fundar de modo repentino la civilización: el lenguaje, la observación e interpretación del cosmos y la naturaleza; la siembra y cosecha de los vegetales; el pastoreo productivo y contable, la medida y reparto de las tierras y los bienes; los propios bienes como propiedades, incluidos los otros congéneres, especialmente las hembras.

Todo en torno a la delimitación de lugares reservados (sagrados) para la explotación de recursos, el contacto con el cosmos y  el medio en tiempos y estaciones calculadas, la escritura, las normas y leyes... todo ello sometido a la autoridad central del poder encarnado en el monarca, del rey que regula la realidad y diligentemente administrado por el sacerdote y ejecutado por la fuerza manifiesta del general.

Y todo lo descrito está en los genes sagitarianos, en su capacidad de amplia visión, de organización, desarrollo y explicación descriptiva.

Por cierto, hay que recordar que todos tenemos algo de sagitario en nuestra constitución, pues Sagitario es una doceava parte del cielo y siempre está presente, por más que en nuestro nacimiento no haya ninguna luminaria ni planeta en ese sector. Lo zodiacal es el todo y cada uno de los signos es apenas un fragmento, un cuanta energético del espectro. Cómo dice el chiste nerd: me gustaria que fueras ultravioleta para verte con más frecuencia.

Como buen ejemplo de lo sagitariano me he ido con la flecha lejos, por las ramas y no he hablado de la sexualidad. ¿Seguro? Bueno, lo he dejado marcado desde el primer momento: hay que repensar la sexualidad... Pero eso será cuando Saturno se ponga retrógrado. Hasta entonces tomo nota de todos los comentarios y prometo (tanto cuanto vale una promesa sagitariana) responder con diligencia...

sábado, 28 de febrero de 2015

El arte de mandar

La magia atrae por su imagen popular e infantil de modo de lograr cualquier deseo.

 


Mientras que la religión ofrece un modo de comunicación con lo divino, a partir del reconocimiento de la propia dependencia, necesidad o agradecimiento, la magia incluye la voluntad, el propósito o quizás el capricho.

El mago o maga es un personaje sabio que no se limita a la intermediación del sacerdote, sino que, aparentemente, doblega a las entidades para sus propios fines.

El bautismo o iniciación cristiana confiere la dignidad de sacerdotes, profetas y reyes a quienes la reciben. Al producirse mayormente siendo bebés y de manos de operarios incrédulos, sus efectos se diluyen en un acto social y comunitario.

Si a esto añadimos la falta de retroalimentación de lo sagrado en una cultura materialista y el desengaño del resto de convicciones imbuidas por la hipócrita educación temprana, cuando se presenta la necesidad de alinearse en el mundo real, la mayoría se decanta por servir al dios Dinero o al dios Poder. Así se abandona la formación y los contenidos trascendentes. Este es el triunfo del materialismo sobre la espiritualidad.

Cuando los objetos proporcionados por el Mundo se ven impotentes de dar respuesta satisfactoria frente a las demandas de los tres mensajeros divinos -enfermedad, vejez y muerte- se vuelve hacia las nuevas formas trascendentes para buscar refugio.

La búsqueda se retoma carente de dirección, método y coherencia, en la mayor parte de las propuestas. Con el constante peligro para la salud, la razón, la fe e incluso la vida. Las guías seguras son escasas, los mapas incompletos y el acecho de la realidad consensuada, azuza el engrandecimiento del ego, siempre caprichoso, vanidoso e inseguro, por más que se presente como firme, potente y dominante. Pero cuenta con el apoyo una sociedad construida con sus valores, una sociedad egoísta, dispuesta a validar la supremacía de sus propuestas insidiosas en todas las esferas de expresión.

Así junto a los incorporados mandatos infantiles, coexiste la fantasía de omnipotencia y el deseo de transformación, en una pugna latente o explícita: quiero y no quiero, puedo o no puedo.

La realidad de adultos es otra. La iniciación mágica proporciona un nuevo sentido a las herramientas incorporadas de serie en nuestro equipaje. El instinto, la sabiduría, la percepción, la curiosidad y la osadía, ya no son mitos. Son facultades indestructibles, inasequibles al desaliento y motores para desplazarse por el camino único que nos es propio.

Dicen que el arte de mandar es saber dar las órdenes a quienes está dispuestos a obedecerlas. En la práctica de la magia se aprende que su eficacia va ligada a la capacidad para elegir que deseos o propósitos queremos que se realicen.

El discernimiento se ejercita con los inevitables errores y la meditación es fiel consejera. El silencio reconstruye nuestro entorno para redescubrir nuestra esencia y voluntad. Las adversidades conforman el paisaje y la ruta, por momentos, es magníficamente clara. Entre las nieblas inevitables y las oscuridades tenebrosas, crepúsculos de coloridos intensos expanden la conciencia de un centro particular no desconectado del resto de centros particulares. La aceptación de la unidad y la aceptación de la aparente multiplicidad se conjugan con asaltos de separatividad.

Es difícil sustraerse a la inevitable caducidad de todo estado de lucidez que reclama deseos de aferrarnos a esos instantes de comprensión, de pertenencia. Algo en nosotros quisiera permanecer. Pero como ya hemos descubierto que nada podemos por nosotros mismos y que hasta la propia noción de identidad está contaminada por el constructo egoico que opera tanto en lo interno como en lo social, optamos por la rendición.

El mago sabe que su caminar como mago no es más que un disfraz, un atuendo provisional para acomodarse a un universo en guerra. Vivimos en un campo de batallas milenarias entre dioses, energías o seres. Y en cada una de ellas servimos en posiciones diversas. No siempre podemos elegir. Pero elegir es de las pocas opciones que tenemos. Así, a cada puerta que atravesamos, nacemos a una configuración cambiante. En cada nivel del juego nuestro avatar cambia y se expresa en diversas modalidades. Tenemos existencia nutrida con vidas y vidas de cambio incesante. Con cada personaje disponemos de facultades y la opción de adiestrarnos en su uso. Ahora lujuriosos, ahora castos. Ahora perezosos, al instante diligentes…

Habitamos un ser que también es una encrucijada, un campo de batalla poseído por unos y anhelado por muchos. Vamos alimentándonos de otros y otros se alimentan de nosotros. Eso nos desprende de cada posesión, querámoslo o no, y nos arroja a una depredación continua. Y cuando, como Ouroboros, nos devoramos a nosotros mismos, podemos atisbar la fantasía de que no somos el objeto, sino la onda que lo mueve. Como péndulos de colores bailando la ola y siendo espectáculo asombroso para el observador privilegiado. 







La experiencia de ser ola, vibración, continuidad sin solución desde el origen del universo en un mar cósmico de seres y objetos, animados momentáneamente por el seísmo temporal, es un prístino estado tan, pero tan esencial, que nos borra toda creencia (gategate, paragate, parasamgate, bodhi svaha…) y nos despoja vertiginosamente en la energía oscura del No ser más allá del ser.

Hasta que cesa y cambia: Volvemos a encarnarnos, a reencargarnos de nuestra particularidad, sabiendo sin ningún atisbo de duda, de que también eso volverá pues era y es, una puerta más, un pórtico inevitable en el sendero elegido osadamente en este estadio de la batalla. Y agradecidos o decepcionados, tanto da, nos consagramos al servicio del alma colectiva del que somos parte. Siempre solos, siempre ineludiblemente juntos… hasta el próximo y terrible pórtico.

Ahí nos vemos.