sábado, 13 de febrero de 2016

Cielo interior



Magia: diálogo entre conocimiento y sabiduría 

El corazón comienza a latir a las pocas semanas de la gestación. La transmutación de un átomo genera toda la energía necesaria para el motor de la vida biológica. Enlazado con la cadena del ser, prosiguiendo con el impulso trascendente que da lugar a la manifestación de la vida orgánica. Así lo invisible del polvo estelar estructura el desarrollo de las formas en los distintos planos. De ahí el radical simbolismo del corazón como asiento del espíritu, como centro y motor de la vida individual en contacto permanente con el resto del cosmos. Fuego radiante que participa en la esencia de la luz más sutil. La sabiduría es la pertenencia al orden superior que se manifiesta mediante nuestra existencia.


El desarrollo del tubo neural genera la aparición de los otros dos grandes centros. Uno, encargado de la supervivencia de la forma en el espacio, de la nutrición y de la transformación se aloja en el abdomen. La sabiduría visceral ligada a la participación en el medio planetario y la cooperación con el resto de formas vitales.

El otro, encargado de la navegación en el tiempo, capta las radiaciones electromagnéticas y en especial la luz. Elabora lo percibido y maneja la información, diseña y ejecuta modelos, explorando posibilidades y anticipando situaciones. Elabora trayectorias, para lo cual almacena informaciones pasadas, intercambia datos, se comunica y no cesa en su función elemental de crear conocimiento mediante la inteligencia.

La civilación mesopotámica creó una cultura organizada sistemáticamente en tres ejes: la sabiduría primigenia aplicada a la obtención de conocimiento y su aplicación práctica. Su sistema llega hasta nuestros días mitificado como magia: la capacidad de operar sobre el entorno de modos sobrenaturales. Otra herencia lingüística de aquella época es la medicina, o ciencia de los medos. Las regiones de Magia y Media son el origen de las artes médicas y mágicas: las de los cuidados de lo natural y de lo sobrenatural.

Podemos considerar la magia compuesta de tres ámbitos: astrología, alquimia y teurgia. La astrología se ocupa de lo cósmico y planetario. La alquimia de los procesos de la materia, sus interacciones y evolución. La teurgia trata sobre las energías sutiles personificadas en diversas jerarquías y entes espirituales. 

No es posible ocuparse de un fragmento de la realidad en el que no aparezcan implicadas referencias a la totalidad de lo humano.  Aunque deliberadamente intentemos abstraernos o limitarnos, un observador entrenado hallará en qué modo estamos reproduciendo esquemas que corresponden a otros ámbitos.


Astrología: el engaño moderno

La supuesta recuperación de la astrología por parte de la new age, ha conducido a una popularización y vulgarización inevitables. La pérdida del sentido mistérico, la desconexión de los linajes formativos y la pérdida de la visión integral, conducen a diversas aberraciones en el uso de los conocimientos antiguos y una mezcolanza poco elaborada mediante refritos o combinados con las aportaciones de las actuales investigaciones científicas y sus variadas divulgaciones. Todo en aras de mantener un suminstro de sucedáneos vendibles por el sistema económico a los sedientos e infantilizados individuos desacralizados del mundo moderno.

Uno de los errores más comunes a los que lleva el estudio de la astrología (y demás conocimientos afines) es de la externalización. Una especie de proyección y dependencia de unas regencias externas causantes y responsables de los devenires personales y sociales. Este reduccionismo hace que las personas se sientan deslumbradas inicialmente por la comprensión de la pequeñez humana en un vasto cosmos, con gigantescas fuerzas operando en dimensiones inabarcables. Lo que inicialmente es una apertura a los cielos exteriores se convierte las más de las veces en una especie de determinismo que debilita no sólo la capacidad sino también la responsabilidad individual. Esta debilidad implícita, reforzada por una misma actitud procedente de otras muchas disciplinas, como la psicología y la economía, deriva en el citado infantilismo que lleva a la perpetuación de esquemas de sumisión ante figuras poderosas o prepotentes.

Como solución a esto propongo la visión de la astrología como descriptora de el cielo interior: el que tu habitas. El cielo de tu propio hogar personal que te revela tu propia constitución a medida que lo exploras y reconoces en tu vida y experiencia cotidiana. En la medida en que tu experiencia en el mundo del conocimiento sea una oportunidad para el redescubrimiento de tu sabiduría perenne, la presencia de las energías y ciclos cósmicos dejan de ser elementos externos o distantes y pasan a formar parte de tu escena personal, de tu campo de influencia directa. Esto deviene en fortaleza y responsabilidad sobre tu propia realidad. Hacerse cargo de la propia vida es el mejor regalo que se me ocurre podamos recibir y dar a otros. A partir de este nuevo centro redefinimos la identidad y la acción, la comprensión y la relación con nosotros mismos y con el resto de la humanidad.