miércoles, 1 de mayo de 2019

Escalas de valores y metanoia

Mi afición por hacer mapas y explicarlos responde a un sistema de viajar que descubrí desde la infancia. Por supuesto es algo común para la humanidad. Es una de las facultades cerebrales básicas: La capacidad de elaborar modelos abstractos que simplifican el manejo de la existencia. Es la base de la geometría como poderosa herramienta de creación e interpretación de la realidad. También en la  música se produce un proceso similar para trabajar con los sonidos. Y el lenguaje mismo es un metamodelo con esa funcionalidad.



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Los mapas o modelos permiten aislar determinadas variables del conjunto de las percepciones y manipular algunas de ellas para observar las pautas o patrones subyacentes. Cuando descubrimos otros conjuntos en los que existen esos mismos patrones o variables podemos aplicar el modelo investigado y entender los posibles cambios y el orden en que se producen.

En la geometría, por ejemplo reducimos las apariencias tridimensionales a tres planos de referencia que nos proporcionan tres coordenadas lo que nos permite codificar la apariencia de objetos para transmititirlos y luego poder reconstruirlos en otro lugar o por otras personas.
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Podemos hacerlo en un plano y reducirdo a dos ejes. Con ello definimos una posición proporcionando dos coordenadas solamente.

Podemos hacerlo en tres planos y obtener tres ejes. Así definimos una posición mediante tres coordenadas.

En ambos casos, definimos un centro de coordenadas, sea (0,0) o (0,0,0).

También podemos desarrollar un modelo más realista si introducimos el eje temporal, lo que nos proporciona la comprensión del movimiento. Aparentemente es más complejo al incluir el eje del tiempo, pero eso nos proporciona mayor realismo. (0,0,0,0)

Cuando cambiamos un centro de coordenadas basta con que demos la clave del cambio de un centro respecto a otro para transformar la información que teníamos sin necesidad de renunciar a todo lo trabajado y aplicarlo a la nueva referencia.

El cambio de coordenadas se denomina metanoia. Esta es una palabra muy hermosa. A mí me encanta.

La raíz griega hace referencia a ir más allá de un punto de vista para pasar a otro. Es decir, no cambiamos la realidad sino el enfoque. Similar a una traducción. El coche no varía por que uno lo denomine "coche rojo" y otro "red car", pero comprender que ambos hacen referencia al mismo objeto permite la comunicación.

De modo similar, en el ámbito de las creencias, la metanoia se denomina conversión. Así el manido término de convertirse a un determinado sistema de creencias o religión, lo que indica es que podemos ver e interpretar el mundo desde otro punto de vista.

En los primeros tiempos del cristianismo, se les proponía a los judíos pasar de su modelo en el que esperaban el nacimiento o manifestación del enviado de Di.os, el mesías, al hecho de que ya se había producido. Por eso era menester cambiar el eje de coordenadas de referencia de los antiguos profetas a las noticias llegadas de los planos sutiles por el mesías encarnado.

Por eso evangelio se puede traducir como noticia. De ahí que fuera tan relativamente fácil para los cristianos lograr grandes conversiones masivas puesto que eran muchas las personas y los sistemas de creencias que estaban expectantes, a la espera de las novedades del mundo divino.

Y así la metanoia, la conversión, se hizo sacramento de la nueva forma religiosa. Durante los primeros siglos así se le llamó y era el rito de paso de las viejas creencias a las nuevas. Del viejo testimonio (testamento) al nuevo. Después en lo que se hizo hincapié fue en la afirmación de la nueva creencia (credo) y en la confesión (reconocimiento público) de la conversión.

En la actualidad y en el ámbito del desarrollo personal, la metanoia es la capacidad que tenemos cada individuo de pasar de un modelo (paradigma) a otro. Es un proceso de retorno dentro de la visión del tiempo circular tal como expresa el hexagrama 24 del Libro de los Cambios (I Ching) que corresponde al solsticio de invierno, percibido desde el hemisferio norte, cuando llega al mínimo la presencia de la iluminación solar y hay un retorno de la Luz. Es la correspondencia entre la realidad física y energética cósmica y la evolución de la vida terrestre.

Por eso la poderosa referencia que conlleva el ser capaces de enfrentar la validez de nuestro centro de coordenadas, susceptible de ser olvidado por la presión de las circunstanias locales y retomar un centro de coordenas válido y confiable en nuestro presente.

Atender a la necesidad de la metanoia, de la coversión, para comprender nuestro caminar vital y ser coherentes con nuestra referencia más básica.

Una aplicación elemental será en nuestra escala de valores, que es el patrón por el que se guían nuestras conductas en las múltiples tomas de decisión que efectuamos a lo largo de nuestro día. Unas veces de modo consciente y otras muchas de modo automático.

La escala de valores propia se ve comprometida y desafiada por las presiones internas y externas. Así es común que tener que responder a situaciones urgentes que demandan acciones no postergables, nos puede condicionar, al menos temporalmente, a olvidar valores más esenciales.

La presión de los instintos de supervivencia, de los condicionantes socioculturales, de los paraísos artificiales, de las recompensas inmediatas, de los cambios hormonales, de las manipulaciones de intereses externos, y de otros variados factores, pueden socavar nuestras convicciones habituales y sacarnos de nuestro camino.

Primero nos debilitamos y luego nos volvemos mecánicos. Y nuestras decisiones dejan de ser coherentes, pudiendo llegar a vivir en estados de obnubilación, confusión o caos.

Para retornar nos conviene generar espacios de serenidad, reposo y descanso, desde los cuales recuperar la lucidez. El ayuno, la meditación, la reflexión pausada, el ejercicio suave, las buenas lecturas o compañías, son valiosos aportes para recuperar el equilibrio personal.

La lucha para mantenernos en nuestro camino, a pesar de las contingencias cotidianas, genera muchas vicisitudes. En esta singladura, el faro de referencia, no siempre visible es el centro de coordenadas que tengamos y desde el que definimos nuestra escala de valores. Ser conscientes de ello y actualizar periódicamente su vigencia nos proporciona sentido y significado a la trayectoria vital. Pues al fin y al cabo solo somos peregrinos, andariegos, recorriendo una senda única que nace a cada paso para nosotros.