jueves, 11 de septiembre de 2014

Banderas y banderillas

Ilusiones para vivir...

La utopía del Buen Estado es la que estos días se vende en territorios otrora prósperos y parte de estados democráticos como Catalunya y Escocia. Aquí no estamos hablando de "primaveras de los pueblos" que al poco tiempo se descubren como maniobras de reordenación de las elites gobernantes usando la insatisfacción de pueblos esquilmados y con escasa participación en los asuntos de gobernanza colectiva.





Aquí hablamos de naciones democráticas, con estructuras democráticas formales, con poblaciones más o menos acomodadas, pero con una clase política ambiciosa que infecta a la grey del peligroso virus de la ilusión utópica. Bueno más exactamente es la ucrónica, pues en vez de afrontar la realidad de su propia decadencia y defectos internos (la corrupción, el nepotismo, la impiedad, la hipocresía, la dominación del 80% de la población por un 20% de familias elitistas, endogámicas y acaparadoras) se fomenta la creencia en un "tiempo futuro" perfecto, una Arcadia feliz cuyo único obstáculo es un Estado Malvado y Maléfico que causa todos los daños, carga con todos los defectos y no tiene expectativa de ser corregido por los medios al alcance. En esto se obvia, como en el caso catalán, que han sido cooperadores necesarios y sostenedores cómplices de los gobiernos de los últimos 30 años con pactos más o menos evidentes y a cambio de suculentas tajadas de la mordida supranacional más el canon de protección para ejercer el proxenetismo social en su "amado" territorio.


Arcadia Feliz
¿Y en qué cabeza medianamente memoriada cabe el atisbo de esperar un Estado Bueno y Benéfico?

Obviamente, en lo colectivo funcionan mecanismos análogos a los que operan en lo individual. Y ya sabemos que cuando alguien está desesperado se vuelve tremendamente vulnerable al juego o la violencia, es decir asume riesgos que en condiciones de estabilidad le resultarían impensables.


Los que estudiamos los ciclos y cualquiera que haya observado los acontecimientos colectivos posteriores a la Gran Depresión de 1929 sabe como los pueblos desencantados de la corrupción de las democracias burguesas y también decepcionados de las fiebres consumistas que les llevaron a la ruina económica, se arrojaron de bruces en brazos de los salvapatrias, de todos aquellos que supieron enarbolar la bandera de la Solución, la Gran Solución, la Solución Definitiva... en sus diversas formas y adaptada a su propia descripción de lo que era o había sido el problema.

¿El resultado? Entre unas cosas y otras 100 millones de muertos y la construcción de una vida al borde del abismo de la autoaniquilación, por una parte. Por la otra, una sociedad multiplicada en cantidades astronómicas, un desarrollo tumoral de la humanidad que esquilma los recursos naturales, esclaviza a sus semejantes, la profanación de la natural integración en la Madre Naturaleza, una vida orientada, justificada y colmada por el consumo creciente, el Imperio de La Cantidad y de Las Cosas, todo dentro de la misma proporción expuesta por Pareto. Unos pocos que controlan a todos.




En eso el modelo no ha sido capaz de cambiar. Ni una virtud nueva, ni un defecto menos. La misma moral adocenante y manipuladora exhibida en siglos anteriores y aplicada con la misma hipocresía a las masas pero irrelevante para las élites de pastores y sus ayudantes perrunos. Se sigue vendiendo un cielo futuro pero insaequible como alternativa al infierno cotidiano, solo sobrellevable con anestesias o sucedáneos, mientras que los elegidos disponen de más y más recursos a su alcance como premio por su capacidad extractiva y manipulativa, o sea gravadora (con v de vergüenza) de las vidas ajenas.


Dicho esto sin que suponga defensa del actual Estado, o estado de las cosas, o califato alguno. Ni siquiera para arrostrar conversos a que crean en nuevas Iglesias o nuevos Yes, We Can o Podemos.

Simplemente los males de los cronocrátores, Júpiter y Saturno, y su olimpo de dioses sumisos, legisladores y jueces, no se resuelven en el mismo plano de conciencia que se generan, o sea, nada de revoluciones burguesas para cambiar al perro que lleva el collar. Ni nada de aumentar consumos que prolonguen la hipnosis narcotizada de la civilización de esclavos con nómina, prejubilación o subsidio de beneficencia. Ni nada de levas indirectas para atiborrar los nuevos ejércitos precisos para defender lo-que-es-nuestro-y-tanto-amamos-que-estamos-dispuestos-a-mataros-a-todos... infieles, bárbaros, extranjeros, vecinos, etc. (Por cierto que nunca se dice que la paga de los ejércitos es el reparto del botín y follarse todo lo que puedan. Eso es demasiado crudo para los dulces relatos de Hazañas Bélicas).

¿Acaso queda alguna opción en este desolador panorama?

Obviamente. No es que yo sea muy listo y lo sepa. Tú también lo sabes. Seguro.

El interior. Como dijo San Pablo, aparte de lo largo, lo ancho y lo alto está lo profundo. Con entrada en cada uno. Lo que nos hace saber y sentir que todos somos Uno. Mirar al interior es la única opción que nos libera de las esclavitudes que nos marca la civilización y su inevitable degradación, su rueda de la Fortuna que sube y baja, arrastrándonos a todos en la vorágine de devoración mutua, inexorable e inherente a la entropía universal.


...dormidos

 


Cruzar la raya entre lo exotérico (lo que sucede fuera de la cueva) y lo esotérico (lo que sucede dentro de la cueva, del uteros maternal y natural) es atravesar el umbral de esa gruta que es paradójicamente opuesta a la narración platónica en la que salir de la cueva sería la solución a la ignorancia... aquí es la conciencia de lo sutil, de lo interno, la que nos da la opción de vivir y de morir en una existencia no reducida a la pertenencia a un rebaño ígnaro, dócil y sumiso a las seducciones y sucedáneos enarboladas como putas banderas y banderillas con las que somos lidiados como morlacos; de la dehesa a la tienta y de la tienta al coso; del coso a la mesa y aquí degustados por los sutiles paladares de los gourmets que con nuestras criadillas se paladean...

¿O se te ocurre otra cosa?

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