sábado, 9 de febrero de 2013

El escenario ahora: 9 febrero 2013

El gran marco en el que se desarrolla el juego cotidiano es el indicado por Plutón en Capricornio, Neptuno en Piscis, Urano en Aries, Saturno en Escorpio y Júpiter en Géminis: los ciclos de larga duración. Especialmente los primeros nos indican que la gran batalla es la reconstrucción. 

Plutón ha derribado las estructuras sociales caducas, las rigideces antiguas, pero también ha puesto en cuestión la estabilidad del edificio social.

Neptuno diluyó todo sentido de compromiso, de lealtad a ideales cómplices de la corrupción social, dejando abierta la acitud de huida hacia los paraísos artificiales o pseudonaturales, así como el nacimiento de nuevos modelos de ligazón social, el nuevo modelo cohesivo social. En dos palablras que resumen el dilema personal para elegir: integración o desintegración.
 

Urano asume la voluntad individual de transformación, carga sobre sus hombros el peso de transformar por la propia responsabilidad y compromiso, pero antes ha de liberarse de la sensación de hostilidad, de estar rodeado de adversarios por todas partes que le irritan hasta la extenuación, que le distraen de sus propias motivaciones.

Saturno embarcado en sanear las aguas pantanosas, en desecar los viejos resultados de las acciones incorrectas, la comodidad pestilente del aislamiento, el placer de la propia satisfacción incomprendida por los demás, tiene una tarea titánica de rescatar lo positivo, de extraer del lodazal de las pasiones los buenos propósitos, las viejas semillas que esperan tiempos mejores para fertilizar; de la confesión de los propios engaños espera sacar la financiación de las mejores esperanzas, esta vez si. El desafío es encontrar la roca por debajo del lodo, el filtro de oro que dignifique los tóxicos lixiviados en el vertedero y los ponga de nuevo a disposición del torrente social. Alguien tiene que meter la mano en la alcantarilla y sacar el tesoro perdido. Pero también es el águila capaz de remontar el vuelo sobre el estancado y putrefacto detritus, contemplar el sentido del estancamiento, el error de las buenas intenciones que justificaron este echarse a perder y volver a la batalla, reconocer el siguiente paso y trabajar en esa dirección, bien creando una exclusa o aliviadero en el dique, bien volándolo de modo más o menos controlado. La otra opción es que, cuando lleguen las grandes lluvias, el desbordamiento lo arrollará todo creando una nueva situación.

Por último, Júpiter, en su disfraz de aprendiz ansioso, busca renovarse, moviéndose incesante en un mundo fluyente y dicharachero de pasiones breves, de intereses diversos, de ocurrencias y parches para todo. Esperando encontrar la solución global, el sentido lúdico a tanta impresión cambiante, a tanta seriedad y tensión, mediante soluciones mágicas, huidas intempestivas, guerra de guerrillas contra el orden y contra el caos. En su papel de hijo mayor, de príncipe regente, todo lo confía a las buenas intenciones, a la improvisación alegre y al disfrute del momento. El viejo senescal olvidado en la torre le aconseja en las noches, pero la dulce juventud del inexperto bondadoso que todo lo fía a su valor, a su inmortalidad, le hace despilfarrar recursos y malgastar oportunidades, evadirse en pasiones o distraerse con bufonadas, seducciones y la corte de aduladores propia de su posición regente.

Así pues, el Gran Drama Cósmico, el Teatro de las Vanidades, está servido como siempre y en este acto, con la música alta, las fanfarrias del séquito regente se apagan las plañideras del fondo, las intrigas del consejo y las traiciones de los que solo piensan en su provecho. 


Y durante estos meses la batalla, la guerra fría de los buitres luchando por los despojos de lo viejo muerto seguiran, mientras los que se afanan gracias al dolor de haberse desprendido sus máscaras, pueden reconocer su rostro despellejado en el espejo. Y aunque se lamenten por los que son presas de (o prefieren) el autoengaño, evitan las envidias y concentran sus renovadas fuerzas en crear un nuevo reino, una nueva sociedad basada en las personas y no en las caducas estructuras de poder.

Una nueva sociedad de personas que reconocen que todo empezó con la mentira, con aquel inocente trovador que llegó a la corte con su flauta maravillosa que abría los corazones y acercaba las estrellas, que infundía valor y coraje, que alegraba a los niños y apaciguaba a los violentos, que honraba a las viudas y hacía brillar los ojos de los jóvenes. Todo el reino le abrió sus oidos, sus corazones y depositó en el sus esperanzas. Se sintieron aliviados, comprendidos y esperanzados, oyeron en sus canciones el amanecer de una nueva era en la que todo era posible, en la que sus dolores desaparecerían y el oro estaría en todas las orlas de sus espejos.

Lo que no supieron es que el bardo mismo se corrompió al servicio de las intrigas de la corte, fué seducido por el oropel y el reconociento del consejero infiel del Rey cambiando sutiles matices de la letra de sus canciones y allí donde decía aceptación instaló ambición, donde decía serenidad puso pasión, donde decía alegría puso embriaquez, donde decía yo puso tú, donde decía futuro puso ahora. De ese modo fragmento la verdad e instaló la mentira y todo el reino lo creyó y todos ataron a sus tobillos las elgantes bolas doradas de moda sin caer en la cuenta de que eran grilletes indignos de seres libres. Y se pusieron candados y vendieron sus llaves. Y se convirtieron en esclavos, orgullosos de su esclavitud.Y un día el Rey enfermó y el bardo estaba ebrió y no remendó la tela de mentiras que tapaba la ciudad, y un rayo de luz alcanzó a algunos y despertaron de su sueño. Y comenzó la revolución.

Y en esas estamos

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