domingo, 3 de marzo de 2013

Acerca de la alegría




La alegría es un fruto, un resultado de la serenidad, la aceptación, la sinceridad y la fuerza interior que se expresa como dulzura; quererla por sí misma, olvidando lo que la genera, es la prueba mítica descrita con la condición puesta a Perséfone para salir del Hades.

Carol K. Anthony, en su libro, Guía del I Ching, aborda el tema en varios lugares; voy a poner algunos extractos:


Hexagrama 31:

"El hexagrama también nos aconseja mantener la alegría dentro de unos límites, lo que significa que establezcamos y guardemos el correcto equilibrio en nuestras relaciones.


La felicidad sin consideración por este equilibrio no puede durar, porque la Felicidad es siempre la feliz consecuencia de algo esencial

Buscar alegrías sin tener en consideración lo que las ocasiona, es malentender la verdad.


Cuando la felicidad llega a ser un fin en sí misma, buscamos el placer por el placer (o el beneficio y las posesiones como si ellos mismos fueran fines), creando todas las condiciones que causan sufrimiento en la vida.


La verdadera alegría en las relaciones íntimas surge de la armonía fundamental entre las esencias de las personas. Una comunión de espíritus es el resultado natural de la sinceridad, la verdad y la devoción sin egoísmos a lo que es bueno y grande.


Cuando la alegría experimentada se vuelve algo que nos esforzamos en prolongar, ésta llega a ser el fin mismo y no la consecuencia de seguir lo bueno.


Al perseguir la alegría sólo experimentamos el descontento de la lucha por conseguir algo; entonces, la envidia y el afán de posesión aumentan y lo ensombrecen todo."



En el hexagrama 54 comenta:

"Evitamos desperdiciarnos y así mantenemos nuestra paz interior y el respeto propio al esperar más tiempo de lo que parecería apropiado para que se aclare una situación difícil. Un día la situación se aclarará; mientras tanto, no deberíamos querer lo que no está listo, como no desearíamos comer manzanas verdes. Cuando estamos tentados de querer algo tenemos que preguntarnos por qué queremos algo que no vale la pena poseer. Debemos reconocer al niño engreído que llevamos dentro, quien comprometería nuestro amor hacia nosotros mismos, para obtener una imitación barata de la alegría, aun cuando tenga como precio oculto el sufrimiento."




Y en el hexagrama 14 dice:

"Existe una ley cósmica según la cual al aferrarnos a la alegría (o al progreso) para regodearnos en ello, los perdemos. Podemos tener la experiencia de la alegría y de la comunión estrecha con otro, pero cuando buscamos prolongarlos, regodearnos en ellos o poseerlos, perdemos nuestra independencia, de la que dependen estos estados, que sólo pueden ser recibidos y experimentados a través de ella; siempre debemos desapegarnos y seguir adelante sin intentar aferrarnos a la alegría o tratar de reproducirla.


La alegría o el progreso es algo que no podemos construir ni poseer, es algo que resulta de estar en relación correcta con la situación. Llega como un obsequio del poder supremo, a su manera, a su hora, no podemos hacer que suceda o que perdure. Si somos capaces de aceptar estos obsequios cuando llegan, y desligarnos de ellos cuando se van, nos encontraremos bendecidos con más y más obsequios."

:)

Anexo: La alegría seductora 

En el lenguaje de I Ching, la seducción no tiene el encanto romántico que la sociedad decadente le atribuye. Es simplemente una forma de manipulación, un algo a cambio de algo. Una transacción.

Por eso denomina alegría seductorra a la que se presenta asequible por un precio; sea por una pérdida de dignidad, de un principio, de amor a uno mismo, de debilitamiento, sumisión, dominio o cualquier otra forma que implique disminución de la propia valía o tarea. 

Es el arma más peligrosa y, por otra parte, la más frecuentemente utilizada para atrapar las almas humanas en situaciones de distracción, estancamiento, renuncia o abandono de la propia identidad. Así se construyen las tiranías, individuales y colectivas, dado el gran poder de seguimiento que genera la alegría y que en este caso convertirá al buscador incauto de la alegría en esclavo de la hipoteca que haya creído necesario firmar para asegurarse la felicidad prometida.

Este sucedáneo está tan ampliamente establecido en nuestra cultura decadente que, como el agua para los peces, se nos hace invisible. Y sin embargo sus resultados son evidentes: la felicidad intermitente, seguida de sufrimiento intenso. Cuándo la alternativa a la felicidad que vive un individuo en una sociedad es un sufrimiento o apariencia de sufrimiento insoportable, es el síntoma inequívoco de falsa alegría o alegría seductora. Pués una característica inseparable de la alegría es la serenidad, es la tierra de la que brota y a la que vuelve si no pierde su naturaleza.

Si después de la alegría no sentimos calma sino desasosiego, miremos qué precio estamos pagando. ;-) 

2 comentarios:

Asaru dijo...

En pocas palabras, la alegría que deviene natural, como obsequio divino, por un cuidado y equilibrado trabajo de desapego en contraposición a aquella otra que se compra para paliar tristezas (reconocidas o no). Como fruto de la aceptación, la alegría no puede ser contraria a la tristeza, más bien la incluye en su paso. Creo que la búsqueda de la alegría es lo contrario a la alegría misma. Parece paradójico pero es tan simple.

José Solís dijo...

Parafraseando al ínclito:

"No hay caminos para la aceptación serena y alegre, la aceptación serena y alegre es el camino"