sábado, 30 de marzo de 2013

La Otra Cosa y el Ser


Tener comprensión conceptual de las cosas no es meramente lo mismo que realizarlas.

Del mismo modo, realizar las cosas no es meramente comprender los actos.

Vivir en la dualidad es garantía de apego e insatisfacción.

Simplemente con elevarse un poco, ampliar el enfoque, aceptarse en la propia identidad, distinguirse de los propios deseos y expectativas, te facilita una sonrisa irónica acerca del juego en el que habitualmente vivimos atrapados: La Otra Cosa.

Buscando,
esperando,
reteniendo,
huyendo,
inmovilizándose,
proyectando,
exigiendo,
empujando,
aspirando,
queriendo,
rechazando,
agarrando,
soportando,
observando,
cantando,
cosiendo,
luchando,
conquistando,
entregando,
follando,
tomando,
dando,
gritando,
callando,
comiendo,
contando,
hablando,
despistando,
cazando,
relinchando,
piafando,
engañando,
seduciendo,
sediciendo,
traicionando,
despreciando,
elogiando,
halagando,
trotando,
rezando,
aprovechando,
bebiendo,
fumando,
carcajeando,
embriagando,
evitando,
relegando,
posponiendo,
y cientos de variantes más en los que somos expertos o nos lo hacemos, porque lo que queremos es seguir jugando a vivir otra vida, prestada, la de las apariencias, la prometida, la ajena o la propia desmotivada de su propósito esencial, que no reconocemos ni queremos reconocer, ni aquietarnos para encontrarnos. 

Antes preferimos cualquier señuelo, cualquier sucedáneo nos parece -¿a quién?- más intersante.

Y seguimos sirviendo a La Otra Cosa.




Mejor repetir el juego conocido que aceptar la incertidumbre de lo desconocido. Sobre todo si eso implicaría reconocernos en nuestra dolorosa realidad de presos de la ilusión, de Maya, de las hijas de Mara.

¿Cómo no preferir el bálsamo de la ignorancia
a la aspera realidad de nuestro ego y
su inevitable deseo iluso de  impermanencia?

Sin embargo...

El Ser no tiene prisa, ni pausa.

Siempre está,
como amorosa madre, 
como amoroso padre,
como inquebrantable realidad, 
como realidad inquebrantable.
  
Subyacente a toda apariencia.

Cómo aunténtica naturaleza y realidad que asoma por las rendijas de todas las ilusiones, con la sonrisa infinitamente disponible que atisbamos en los sueños,
en la mirada de un bebé,
en el trino de un pájaro,
en el vacío atómico,
en los cambios del flujo temporal,
en el orgasmo que nunca llega a satisfacer la expectativa,
en el estornudo,
en el bostezo,
en el acto creador,
en el silencio,
en el fuego,
en la inofensiva degustación de la belleza,
en el goce del dolor,
en la sutil nostalgia del alma,
en la futilidad de la existencia,
en la fragilidad, siempre en la fragilidad, de la evidencia de nuestra impotencia -¿la de quién?- para sujetar las posesiones,
en la música de las esferas,
en la verdad desnuda,
en las cadenas que fabricamos,
en todo sufrimiento, en todo placer, en todo.

El Ser siempre está alegre, siempre está, ahí, aquí, en ti, en mí. En Él somos, existimos y nos movemos.

Y lo sabes.

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(Actualización de escrito de José Solís datado en 26 de junio de 2011)

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