viernes, 22 de agosto de 2014

Posesiones cotidianas




El hombre común en su vida ordinaria no se plantea la cuestión de su identidad. 


Simplemente él es lo que hace y además elige las acciones en función de criterios que pasan desapercibidos al proceso reflexivo. Participa en entidades supraindividuales que le proporcionan sentido y orientación, un marco de referencia dentro del cual operar y unas gratificaciones por su desempeño. Así trabaja en una corporación, más o menos grande, en la que realiza un trabajo por el que se le retribuye, pero donde ni toma ni cuestiona las decisiones de gran calibre o las directrices operacionales. Se limita a una tarea o conjunto de ellas que vienen imbricadas con sus correspondientes emociones y a las que se somete, de mejor o peor grado, por la recompensa prometida, normalmente evaluada en términos monetarios, que le servirá para atender las cadenas alimenticias que otras corporaciones o entidades le demandan.




Cuando elige una actividad de ocio, paga con sangre, pensamientos y dedicación intensa, el cupo de emociones ofrecidas a cambio de su participación. Así lo vemos asistiendo enfervorizado, apasionado, entregado, a un espectáculo deportivo pleno de intensidad emocional, sentido de pertenencia y reconocimiento. Ahí tiene unos colores, una enseña, una identidad definida. Pertenece a un grupo, un clan, una gran  familia o tribu desde la que percibir al mundo y a los demás. Por tiempo siente una identidad que le permite un barniz intelectual al captar, diseñar o criticar estrategias. Que le permite apasionarse con verdaderas emociones de ira, coraje, alegría, decepción, empatía con sus ídolos, admiración con las destrezas ajenas, rabia contra sus adversarios, envidia con los éxitos ajenos, lujuria con los iconos que más o menos sutilmente se aderezan en tales eventos, mientras en el colmo del paroxismo puede llegar a sentirse orgulloso por impregnación de los triunfos de su equipo. Para todo ello, sólo ha tenido que entregar su identidad a un egrégor.



¿Y qué es un egrégor?  


En el diccionario académico no la encontramos, y sin embargo si otras muchas relacionadas con la raíz indoeuropea ger y otras afines. Desde el rebaño o grey, con sus asociadas agregar, segregrar, disgregar, congregar, egregio, gremio, agrupar, grapar… Pero los expertos dicen que viene de egregoroi, vigilante, el que vela. ¿Y qué vigilan? ¿Será el rebaño…?


Los metafísicos le asignan cualidad de ente, de ser que congrega afines y distribuye a cada uno según su propia función decantadora de las esencias divinas o al menos sutiles. Para otros es una entidad psíquica nacida de la confluencia de voluntades. ¿O será que hace confluir las voluntades?



La historia apócrifa de Enoch, que no falsa, de los Grigori los hace proveedores de formación a las hijas de los hombres que habían seleccionado por sus gustos, acerca de la brujería, la magia y el corte de raíces y a enseñarles sobre las plantas. También Uno de ellos enseñó a los hombres a fabricar espadas de hierro y corazas de cobre y les mostraron como se extrae y se trabaja el oro y el repujado de la plata. Y a las mujeres, les enseño sobre el antimonio, el maquillaje de los ojos, las piedras preciosas y las tinturas. Otros se encargaron de enseñar encantamientos, a cortar raíces, a romper hechizos, brujería, magia y habilidades afines, los signos de los rayos, los presagios de las estrellas, los de los relámpagos, los significados, las señales de la Tierra, los presagios de El Sol, de La Luna y a revelar los secretos.


La realidad de nuestros días es bastante ajena a estos discursos míticos, y sin embargo los hechos no son muy diferentes. Una escasa elite de dirigentes provee toda suerte de empresas colectivas que, bajo el pretexto de adscripción, agrupa a los hombres y mujeres ordinarias en cohortes de trabajadores, clientes y seguidores cuyas vidas y acciones nutren los bolsillos, las cuentas, las fábricas, los estadios, los cuarteles, los centros comerciales y las urbes. Estos miles de millones ahora incluso participan voluntariamente de sus hogares y automóviles a la mayor gloria de un sistema global de pertenencia a Estados y Corporaciones, donde algunos incluso creen ser sus artífices, administradores o gestores.


Y en esencia siguen siendo meros nutridores que transfieren su particular soplo vital al servicio de secretos designios, insignificantes para ellos que, como autómatas somnolientos, incansable e inconscientemente engrandecen casi en cada minuto de sus vidas.


¿Qué opciones le quedan al humanoide cotidiano?

En las miles de pequeñas decisiones se disipa la energía de su voluntad. Reservando su atención para las grandes elecciones que requieren de su firma o de su voto. Y en procura de su salud y anhelado bienestar, o de sus dosis de intensidad emocional o saturación sensorial, recorre los diversos ámbitos en los que puede ser requerida su vitalidad. 


Así pues, este ser poderoso en otros tiempos, se muestra débil e inerme ante las demandas implantadas en su sistema volitivo en forma de pautas de conducta, normas de comportamiento, reglas, leyes y mandatos recibidos desde su más tierna infancia y refrendados y actualizados por sus semejantes en las diversas expresiones que impactan en su mentalidad ordinariamente orientada al logro de aceptación e integración. Alternativamente se le ofrece un sistema coercitivo que le reeduca o le mantiene en los márgenes de un sistema previsor. Que incluso piensa en y por los rebeldes, proporcionando cauces adecuados a su singularidad, con toda clase de grupúsculos y consignas para que la resistencia al sistema no deje de ser un apartado más del mismo.



Pareciera que la raíz de tal control deriva de un factor esencial: La Creencia. Esta es el módulo básico que el sistema proporciona al humanoide como un patrón holográfico inserto en las profundidades neuronales. Origen retroalimentado de los condicionamientos impresos indeleblemente en cada nueva criatura que portará toda su vida, salvo error u omisión.


Ante este panorama, la elección personal se limita a apuntarse a uno u otro de los múltiples poseedores de la conciencia que pugnan sin cesar por su élan vital. Y aquí es donde una ligera fisura deja entrever un universo diferente a la burbuja ilusoria de las existencias…



¿Será posible la liberación? ¿Hay algo más allá de la suscripción vitalicia al sistema?






(Continuará...?)

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